- Michel de Montaigne
- Séneca. Carta IV
- MICHEL DE MONTAIGNE
Hoy voy a proponer un texto de los Ensayos de Michel de Montaigne. Leer textos de filósofos viene a ser algo así como escuchar a un amigo. Uno lo oye, piensa lo que dice, luego piensa lo propio y por fin hace algo o no de acuerdo a lo oído. En el método que le propongo aparece como el punto tercero. Se trata de escuchar atentamente la experiencia y reflexiones de otros. De los que nos rodean y de esos otros a los que llamamos pensadores o filósofos, al fin y al cabo personas que se ocuparon más especialmente de la filosofía, es decir, en pensar y reflexionar sobre lo que vivían.
Unos y otros descubrieron nuevas maneras de ver las cosas o las misma maneras de diferente forma, y nos las ofrecen para que las meditemos. La filosofía no impone, sugiere, razona. No tiene dogmas, solo opiniones. La filosofía consiste en hablar, en escuchar, en pensar sobre ello, en tratar de ver las cosas en su íntima manera.
Propongo este texto para pensar hoy en una causa de la infelicidad:
No estamos nunca en nuestra época. Estamos siempre más allá. El temor, el deseo, la esperanza nos lanzan al porvenir y nos sustraen el sentimiento, la consideración de lo que es, para ocuparnos con lo que será, incluso cuando ya no estemos. «Calamitosus est animus futuri anxius» («Desgraciado el espíritu inquieto por el futuro», es frase de Séneca). Platón cita a menudo este gran precepto: Actúa por ti mismo. Quien hubiera de actuar por sí mismo, vería que la primera lección es conocer lo que es y lo que le es propio. Y quien se conoce a sí mismo no adopta los actos ajenos como propios, se ama y se cultiva más que a nada, rechaza las ocupaciones superfluas y los pensamientos y propósitos inútiles.
2. SÉNECA. CARTA IV
Séneca fue riquísimo, una de las más grandes fortunas del imperio romano. Su familia ya lo era y él acrecentó su riqueza. Esto parece contrastar con la filosofía estoica que profesaba y su desprecio de la fortuna y de los bienes. En efecto, no deja de haber una cierta contradicción entre su doctrina y su fortuna, pero eso ha servido para que nos dejara valiosas reflexiones sobre como tratar los bienes materiales. En esta carta nos deja una reflexión a partir de una cita tomada de «el huerto» de Epicuro.
Pero, para acabar esta carta, toma esto que es lo que hoy más me agradó. También lo tomé de huertos ajenos: «Gran riqueza es la pobreza ajustada a la ley de la naturaleza.» ¿Sabes los términos que nos estableció esta ley de la naturaleza? No pasar hambre, ni sed, ni frío. Para acabar con el hambre y la sed no es necesario asediar los umbrales de los poderosos, ni soportar su grave ceño, ni la cortesía injuriosa; no es necesario aventurarse por las mares, ni hacer guerras. Al alcance de la mano está y ya preparado lo que pide la naturaleza. Es lo superfluo lo que nos hace sudar. Esto es lo que desgasta la toga, lo que nos obliga a envejecer en la tienda de campaña, lo que nos empuja a litorales ajenos; lo que basta, lo tenemos a la mano. El que se aviene bien con la pobreza, es rico. Ten salud.